Que nunca muera la esperanza

Hace unos días, me sorprendió una llamada insistente desde Higuera de la Sierra (Huelva). Era nuestra compañera Prado para pasarme a Valeriana, que con más de 90 años había cumplido el sueño de encontrar los restos de su padre, fusilado en 1936 por el fascismo franquista por defender la democracia española.

Hoy, cuando me he asomado a la fosa de Nerva, la más grande de España en zona rural, he entendido las lágrimas de Valeriana y de las miles de familias que llevan más de 80 años buscando a padres, madres, abuelos, hermanos, hermanas, tíos, …

Buscando verdad y reparación, que no es otra cosa que darle un digno descanso a sus cuerpos, y también a su memoria, la de quienes dieron la vida luchando por mantener la democracia.

El deber de Memoria no es como pretenden hacer creer algunos, una cuestión de bandos. No hay venganza en los ojos de los familiares, sino humanidad, justo lo contrario del odio y el rencor.

La Memoria es no olvidar para no repetir. Una obligación con nuestros mayores y, sobre todo, con nuestros jóvenes, que deben conocer lo que ha costado conseguir nuestra democracia para no verse deslumbrados por los falsos cantos de sirena del nuevo fascismo.

Por eso las políticas de Memoria son una cuestión de Estado. Y su inclusión como asignatura en las escuelas, un paso necesario para asegurar la pervivencia de nuestro sistema democrático.

A pie de fosa he sido testigo esta mañana de la barbarie, la que queda al descubierto “cuando la tierra habla”, como dice mi amigo Antonio Manuel.

Todos y todas debemos ser conscientes de ello, pero los responsables públicos tenemos además una obligación, garantizar desde la democracia que no se repita. No podemos mirar para otro lado, como hace el gobierno de la Junta.

Afrontar esta difícil y dolorosa tarea nos hace mejores como democracia y como personas.